jueves, 30 de abril de 2009

Peleshian deja su huella en Madrid


Todo tiene cabida en la capital. Quien se queje de la invasión del cine comercial “made in Holliwood” no tiene más que dejarse caer por cualquier canal alternativo. Quedó demostrado el pasado miércoles en la Filmoteca Española, donde se organizó una retrospectiva de la obra de Artavazd Peleshian. El acto forma parte de la programación de la XVIII edición del festival Les Rencontres Internationales que, por tercer año, ha tenido su sede en Madrid.


La sala 1 de la filmoteca prácticamente se llenó, en su mayoría por parejas de treintañeros con aires de intelectualidad, compartiendo su espacio con el clásico hombre maduro (que no viejo) cuya melena blanca termina en la solapa de su chaqueta de pana. Antes de comenzar el acto, tomaron la palabra los organizadores del evento, venidos desde París, quienes presentaron al homenajeado Peleshian en francés, recibido entre aplausos antes de que el traductor cumpliera con su función. Por supuesto, la audiencia domina el idioma. El cineasta armenio saludó a su público con un correcto “buenas tardes” español y en pocas palabras explicó algunas ideas del trabajo que se iba a proyectar.


A continuación se apagaron las luces y uno a uno fueron apareciendo en la pantalla cuatro de los cortos que han hecho de Peleshian una institución del documental experimental: “Habitantes” (1970), “Las Estaciones” (1975), “Fin” (1994) y “Vida” (1993). La poesía visual del autor huye de las palabras y se centra en el aspecto visual y en el sonido más puro. La cámara, a través de un particular montaje que el armenio a decidido denominar “a distancia”, mira sin ser vista, se mueve y se tambalea como si estuviese al acecho de cazar la imagen que busca y hace que el espectador se sienta como un “voyeur” contemplando la vida de los otros.


Pero no sólo la forma es su seña de identidad. Peleshian se centra también en el fondo, en el contenido. Parece que el cineasta ha perdido la fe en el mundo civilizado y se ha centrado en la naturaleza, tanto humana como animal, mezclándolas para enseñar al espectador cuál es su verdadero origen.


Con el final de la sesión, la segunda tanda de aplausos dio paso al turno de preguntas. La audiencia intuyó al unísono el cariz que aquello iba a tomar. Tan sólo hizo falta una primera pregunta: “¿Por qué ha hecho tan poco cine?” Y Peleshian, armenio de 71 años y cara de pocos amigos, no se lo pensó dos veces: “porque filmé poco”. Parece que la máxima de no usar la palabra en su obra también la desplaza a su vida.


Pero lejos de defraudar, este comportamiento pareció inspirar a su público, compitiendo por sacarle al cineasta su particular visión del mundo y de su propia obra. De esta forma desveló el título de su próximo documental, "Homo Sapiens", aunque se negó a explicar nada más, por temor a que al proyecto se desvaneciera al salir de su mente. Finalmente se despidió agradeciendo la asistencia de los allí presentes, satisfechos por lo que habían contemplado y por lo que todavía les queda por contemplar de Artavazd Peleshian.


Crónica de Miguel Canalda

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