lunes, 20 de abril de 2009

Psicosis. El Circo de los Horrores

Este fin de semana se estrenaba por primera vez en un teatro una función de estas características…. mezcla de miedo, tensión y risas. El teatro ha sido El nuevo Apolo en la Plaza de Tirso de Molina y el título del espectáculo, Psicois, el circo de los horrores.

Ya en la entrada del nuevo Apolo nos recibía un personaje grotesco físicamente con muy mal aspecto y cara de pocos amigos, con pala en mano y ropas llenas de sangre te invitaba (o seguramente no mucho) a pasar al interior del recinto. Un recibimiento con el que ya se podía deducir lo que íbamos a encontrar dentro.
Efectivamente, una vez superado el umbral de la puerta las sorpresas y más bien los sustos se sucedían uno tras otro. En escaleras, pasillos y recovecos del vestíbulo del teatro encontrábamos locos, fantasmas, monstruos, al hombre d e la sierra y uno que vagaba sin cabeza. Resultaba inevitable chillar y muchos menos se nos pasaba por la cabeza la idea de ir al baño. Mejor decidimos pasar al anfiteatro donde un chico nos dijo “tranquilos soy de los buenos”, el acomodador nos acompañó a las butacas pero también lo hicieron otros personajes terroríficos.

El espectáculo comenzó, como dice su nombre haciendo gala a un increíble circo de los horrores, niñas exorcizadas que se contorneaban al ritmo de la música, un fantasma de la ópera que nos dejaba sin aliento en una espectacular representación sobre la cuerda floja, una momia que hacía lo imposible colgando de cuerdas o una psicótica que colgaba del techo y nos hacía creer a todos que éramos nosotros quienes estábamos del revés.
Todo un espectáculo aderezado conun humor mímico y no tan mímico que a más de uno (me consta) le hizo saltar las lágrimas.
El público no quedó exento en participar en este circo tan particular, gracias al cual además se consiguió aumentar el espíritu más risueño de los que acudimos al espectáculo.
La cosa pintaba desde un principio, la tensión nos la pusimos nada más llegar al teatro y solo conseguimos quitárnosla una vez nos encontramos a salvo en casa.

Crónica de Arancha Uceda Ontivero

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